Persistencia de la textura y la intimidad

Pese al auge de la tecnología digital desde su irrupción en la década del 90, la industria cinematográfica no abandonó el grano del fílmico.

Desde que desembarcó en la industria del cine en los años 90, la tecnología digital
avanzó hasta abarcarlo prácticamente todo. Sin embargo, el cine en fílmico persiste
y en los últimos años hubo incluso una suerte de regreso. Varios directores de
Hollywood prefieren rodar en fílmico, los estudios y los archivos audiovisuales
preservan tanto en fílmico como en digital, el Súper 8 y el 16mm se utilizan en el
cine experimental y aún se proyectan películas en soporte original en cinematecas,
museos y festivales. La persistencia del fílmico no es una cuestión de moda, fetiche
o nostalgia, sino que se explica a partir de las propiedades de este soporte,
distintas a las del digital.
En Hollywood hay un grupo de directores –Martin Scorsese, Quentin Tarantino,
Christopher Nolan, Steven Spielberg, Paul Thomas Anderson, entre otros– que
prefiere rodar en fílmico por las posibilidades estéticas que brinda en cuanto a
texturas, colores y contrastes, entre otros aspectos. En 2015 Kodak llegó a un
acuerdo con los grandes estudios para continuar con la producción de película
virgen y desde entonces abrió laboratorios y reintrodujo en el mercado productos
que había discontinuado. Películas recientes como Historia de un matrimonio
(Noah Baumbach), El irlandés (Scorsese) y Había una vez en Hollywood (Tarantino)
e incluso series como Succession se rodaron en fílmico.

Preservar en fílmico
Uno de los principios básicos de la preservación audiovisual es la necesidad de
preservar las películas en el formato original o en el más cercano posible si el
deterioro del original es irreversible. Por eso las cinematecas y los archivos del
mundo conservan sus colecciones fílmicas. “El fílmico –en especial en el soporte de
poliéster, generalizado en los años 90– es bastante estable y si se lo guarda en las
temperaturas y humedades adecuadas puede durar hasta 500 años”, explica la
directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, Paula Félix-Didier.
En cuanto al digital, no se sabe cuánto pueden durar los archivos, que además
están sometidos a la obsolescencia programada del hardware y del software. Félix-
Didier menciona como ejemplo las cintas LTO, el formato de preservación digital
elegido por los archivos: “Cada tres años aparece una nueva versión y las más
antiguas deben migrarse para evitar que se vuelvan irreproducibles, con los costos
que eso implica”. Además, la preservación digital tiene su propia complejidad. “Si
tengo un negativo y lo guardo bien –explica Félix-Didier–, sé que dura y que voy a
poder sacar copias. Con el digital, lo sabemos todos, se muere el disco rígido o se
corrompe el archivo. Por eso se necesitan estrategias de redundancia en distintos
servidores y en distintos lugares geográficos”.
También las restauraciones más importantes se terminan en fílmico. Félix-Didier
menciona la restauración que en 2018 hizo el Museo del Cine en Italia junto con The Film Foundation –la fundación de Scorsese– del clásico argentino Prisioneros
de la tierra (Mario Soffici, 1939), terminada en digital y en una copia fílmica para
preservación. En este sentido, una de las dificultades es que cada vez hay menos
laboratorios que procesen 35mm. En la Argentina, desde 2016 no hay ninguno.
Recientemente, el Museo del Cine y el INCAA anunciaron la construcción de un
laboratorio de preservación fílmica para cubrir esa necesidad, formar especialistas
en tecnología fotoquímica y brindar servicios a los cineastas. Cuando ese proyecto
se concrete, se dará un paso clave para preservar el patrimonio audiovisual.

El cine analógico experimental
El Súper 8 y el 16mm se utilizan en forma artesanal en el cine experimental. En
diciembre, la Casa del Bicentenario presentó un ciclo de cine experimental con
proyecciones en esos formatos. Y desde 2012, la sección Súper 8 – 16 mm del
Festival de Cine de Mar del Plata despierta gran interés en el público, que en
muchos casos descubre esos formatos por primera vez. El cineasta experimental
Pablo Marín programa desde hace tres años esa sección, ideada por la actual
directora del Festival, Cecilia Barrionuevo. “El punto de partida fue el interés por
mostrar cine experimental argentino contemporáneo e histórico y darse cuenta de
que la gran mayoría está hecho en Súper 8 y algunas cosas en 16mm”, cuenta
Marín. En el último Festival, hubo una mesa moderada por Marín en la que se
debatió sobre la producción en estos formatos y la convivencia con el digital. “Es
muy curioso: el único espacio en el que se considera hacer y proyectar una película
en fílmico y se plantean estos interrogantes es en el cine experimental, que
siempre estuvo por fuera de esas decisiones y debates industriales”, observa.
En cuanto a la elección de estos formatos, Marín señala: “Los que hacen películas
en Súper 8 y en 16mm tienen la sensación de que todavía hay una historia muy rica
para explorar y unas posibilidades plásticas o audiovisuales que son únicas”. Por
otra parte, al ser un formato casero, fácil de usar y creado para ver en un living, el
Súper 8 ofrece una experiencia distinta, tanto en relación a las películas que se
pueden hacer como a la forma en la que se difunden. “El súper 8 permite una
experiencia íntima y hay gente que está interesada en eso: en una imagen que no
sea perfecta y que sea mas pequeña y personal”, señala.

En formato original
Por fuera del circuito comercial, varias salas proyectan en fílmico. El coleccionista
e historiador de cine Fernando Martín Peña es uno de los mayores defensores de
las proyecciones en formato original y programa películas en MALBA, Hasta Trilce
y en la sala del ENERC. También el Museo del Cine y la sala Leopoldo Lugones
ofrecen funciones en fílmico.

Quienes promueven estas proyecciones no plantean una disyuntiva entre fílmico y
digital sino que insisten en que el público tenga la posibilidad de conocer ambos
soportes. Así como el digital permite una extraordinaria circulación del cine de
todos los tiempos, la proyección fílmica en una pantalla grande permite ver
películas en el formato en el que se hicieron. “La proyección en fílmico –señala
Peña– conserva todas las propiedades originales de una película, características de
la fotografía impresa en el celuloide –los colores, la textura– que son distintas a las
de la imagen digital. Es difícil explicarlo mejor porque hablamos de cualidades
sensoriales”. Como ejemplo, señala que ver en digital una película rodada en
fílmico es comparable a leer una traducción de un poema escrito en otra lengua:
“Es otro texto, otra música, otra rima. Hay una zona común, pero el resultado es
otro”.
Peña también proyecta en fílmico en sus clases de historia del cine y cuenta que
sus alumnos más jóvenes –que no vieron o no recuerdan el cine en fílmico– notan
inmediatamente la diferencia. Para Félix-Didier, “respetar el modo de producción
original de una película es respetar su historia y recuperarla para espectadores
que no la conocen. Existe la fantasía de que las películas viejas se ven mal y eso se
rompe al proyectar películas en fílmico que se ven espectacular, donde se notan las
diferencias estéticas respecto del digital”.

(Publicado en Revista Ñ – Clarín, el sábado 28 de diciembre de 2019)

Deja un comentario