Las pornógrafas dan batalla

Cuando se habla de pornografía, la referencia inmediata es el porno mainstream, es decir, el porno industrial, heterosexual, hecho por y para hombres a partir de una mirada masculina. Este porno machista y patriarcal es el que predomina, pero no es el único. Existen otras formas de representar la sexualidad y el placer; formas que interpelan a otros públicos, como el porno feminista. El concepto surgió en Estados Unidos en los ochenta en el marco de las “guerras del porno”: fuertes debates que generaron un parteaguas dentro del feminismo.

En 1979 feministas como Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon encabezaron el grupo Women Against Pornography (Mujeres contra la pornografía), que consideraba que la pornografía promovía la violencia sexual e implicaba un peligro para las mujeres. Este feminismo abolicionista se alió con los sectores conservadores para prohibir la pornografía. En respuesta, surgió otra corriente conocida como feminismo pro-sexo o anticensura que nucleó a intelectuales, activistas, actrices porno y trabajadoras sexuales. Con referentes como Carole S. Vance, Ellen Willis y Gayle Rubin, sostenían que ninguna censura podía favorecer un movimiento de emancipación y defendían la necesidad de abordar la sexualidad femenina no sólo desde el peligro, sino también desde el placer.

Esta corriente inspiró a varias actrices del cine porno a dirigir y fue la que sentó las bases del porno feminista. En 1984 la actriz porno Candida Royalle creó Femme Productions, productora de películas porno para mujeres y para parejas centradas en el placer femenino. La actriz porno Annie Sprinkle también se convirtió en directora y realizó una serie de performances autobiográficas a las que llamó Post-Porn Modernist Show, utilizando por primera vez el término posporno, que tomó del artista Wink van Kempen. En esos años también se fundó On Our Backs, la primera revista pornográfica hecha por y para lesbianas, y la productora de porno lésbico Fatale Media.

En el siglo XXI aparecieron directoras como Madison Young, Courtney Trouble y Tristan Taormino en Estados Unidos; Virginie Despentes, Mia Engberg y Erika Lust en Europa, entre otras, y se crearon los Feminist Porn Awards en Toronto. Como señalan Taormino y las académicas Constance Penley, Celine Parreñas Shimizu y Mireille Miller-Young en Porno feminista, el libro que compilaron en 2016, el porno feminista es una forma de activismo y un género mediático que desafía las representaciones hegemónicas del género, los roles sexuales, el placer y el poder que se dan en el porno tradicional y promueve condiciones laborales justas y éticas. Pero el concepto no es homogéneo, sino que engloba películas muy distintas, algunas financiadas por la industria y otras producidas de manera independiente por mujeres, lesbianas, personas trans y no binarias. Muchas de estas prácticas derivaron también en el posporno: una respuesta crítica, artística y política a la pornografía convencional por parte de las disidencias sexuales para visibilizar otros cuerpos y otras representaciones explícitas de las sexualidades.

(Publicado en Revista Ñ el 2 de julio de 2022)

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